La solidaridad es la fuerza de la gente débil.
Hugo Ojetti. Escritor y periodista italiano

miércoles, 21 de diciembre de 2011

¡Que vienen los rusos!

Moscú
La desbordada crisis que nos acongoja, casi no tiene vías de solución. Por lo menos con las actuales recetas que nos llegan desde Europa y del FMI.

Estamos en un punto en que si la cuerda se estira más, se puede romper fácilmente. ¿Hasta qué punto, los ciudadanos podrán aguantar? ¿Hasta dónde pueden pagar los de siempre?
2012 viene muy mal, peor que el actual. No es que sea pesimista, es que la realidad no nos muestra ninguna salida viable. Las actuales recetas, hablan de “recortar el Estado de Bienestar”. La verdad es que hace tiempo que poco queda de bienestar. Ahora se está tratando de que los mercados se apoderen de los últimos ahorros de los ciudadanos o de minimizar aquello que el estado tomaba en sus manos.
El lunes, en España, se empezó con el debate de investidura del nuevo gobierno elegido en noviembre. Se supone que el este debate, el nuevo candidato a presidir el gobierno debe decirnos cómo o por donde irá la política (sobre todo la económica) para salir de la crisis. Creo que ellos mismos no lo saben. Lo único que se saca en claro es que vendrán recortes por valor de 16.000 millones de euros. Ello implicará inexorablemente, más gente al paro y más miseria y como estamos en una sociedad del consumo, esto retraerá la economía aun más y entraremos de lleno en la recesión.
Es como la metáfora esa del burro que quiso aprender a vivir sin comer. Poco a poco fue comiendo menos hasta que el día que aprendió a vivir sin comer, lógicamente, se murió.
Es cierto que hay que ahorrar y disminuir el déficit, pero las preguntas son ¿cómo y de dónde? No se puede ahorrar tantos millones recortando en empleos públicos. Lo más lógico es disminuir el déficit aumentando los impuestos a los que más tienen (es una burrada aumentárselos a los que ya no tienen nada, ni siquiera un empleo).

 Si el nuevo gobierno aumentara los impuestos y con ese dinero creara empleos, esos nuevos trabajadores, a su vez, pagarían impuestos y consumirían. Las empresas podrían producir y vender, creando nuevos empleos, más consumo y también pagarían impuestos. A esto se le llama “Desarrollo sostenible”.
Dicho así, es fácil la solución, pero tiene sus cosas que el nuevo gobierno no quiere ni oír, ni hablar. El problema es que a los que se les subirían los impuestos serían a sus propios mantenedores ideológicos (bancos, grandes multinacionales, capitalistas financieros, grandes empresas) y por ahí no pasan.
En todo caso, yo veo que de no cambiar la receta, lo tendremos muy, muy mal.

Hace tiempo vengo diciendo que uno de los salvadores de la crisis de Europa y el mundo, son los rusos.

Rusia es un gigante, no solo físico, sino también económico. El inmenso territorio, en su mayoría inexplorado, alberga riquezas que todo el mundo ansía para su desarrollo. Solo pensemos en el gas natural que ya abastece al norte de Europa. Además del petróleo y todo tipo de minerales. Alguien decía que Rusia está asentada sobre la tabla de Mendeliev, ese científico que ordenó todos los elementos químicos y que tanto me costó aprender en el instituto. Es decir, tienen de todo y en gran cantidad.

Cuando se iniciaron los cambios en la Unión Soviética, el borrachín de Eltsin, permitió que un puñado de grandes ladrones, luego llamados “magnates” se apoderaran de la mayor parte de las riquezas, por la fuerza de sus matones. Hasta que vino el siniestro Pútin y por la fuerza de la antigua KGB las volvió a manos del Estado ruso. No se piensen que en Rusia el Estado es de todos los rusos. El Estado ruso es Pútin.

Sea como fuere, Rusia se desarrolla a pasos agigantados, aún en tiempos de esta gran crisis. Los nuevos empresarios son ágiles y serios en sus negocios. Empieza a quedar atrás ese mito de que todos los empresarios son mafiosos. Mi mujer que trabaja con ellos y probablemente sea una de las personas que mejor les conoce por estos lares, aún se asombra de la seriedad con que trabajan y sobre todo con los pagos de lo que compran.
Los rusos en si mismos, son una extraña nación, están hechos de otra pasta. En esos escalofriantes inviernos, todo funciona. Nada se detiene por unos cuantos metros de nieve. El ruso si tiene que ir a alguna parte, no espera a que todo vaya mejor. Se sienta un momento y luego parte.
No en vano admiramos a los que derrotaron a la inmensa maquinaria de guerra alemana, a los que un día se subieron a un cohete y con una sonrisa se fueron a darle la vuelta al planeta, cuando todos aquí abajo solo soñábamos con ir allá.

En ellos, está gran parte de la solución a nuestra crisis.


No se crean tampoco, que los rusos son la maravilla personificada. Durante siglos han sido capaces de las mayores proezas y también de las mayores calamidades (Chernobyl, por ejemplo). Los rusos como gran nación, siempre han necesitado de un déspota que les gobierne, no hablo solo del tiempo del socialismo, ya mucho antes de eso, hubieron zares y lideres que les mantenían bajo un estrictísimo orden y a su vez en un permanente desarrollo. Solo tendríamos que nombrar, por ejemplo a Ivan IV, el terrible que conquistó Siberia y a sus pueblos creando el Estado ruso, pero también mantuvo una dictadura terrible.
Pedro I, el grande puso a Rusia en su lugar en Europa, conquistó el Báltico y el Mar Negro y también gobernó con mano dura. Solo mencionaré a Stalin y ahora Pútin. Cada uno con sus cosas y maneras, pero el denominador común es el desarrollo ligado a la mano dura.

Pútin, con sus maneras solapadas, con su mirada penetrante pero huidiza, sus “hazañas” deportivas y su inteligencia innegable, ha sabido, tanto mantener a todos a raya, como desarrollar ese gran país que ahora necesitamos como agua de mayo.

Lo malo es que no sabemos cómo llegar hasta ellos. Quizás aún tengamos el pánico tonto de tiempos anteriores. También, estamos acostumbrados a verles por encima del hombro, cuando en la mayoría de las veces, ellos podrían darnos lecciones sobre muchas cosas.
Conozco casos de empresarios españoles, que han ido a Rusia pensando que van a África y todos deben rendirles tributo, poniendo oficinas comerciales a todo trapo, pensando que por el hecho de pagarles a unos cuantos trabajadores ya lo tenían todo hecho. Fracasos estrepitosos. A los rusos hay que tratarlos con respeto, como a cualquiera, y no intentar adaptarlos a nuestra forma de ver las cosas.
Hace pocos días fui testigo de un empresario ruso que vino a cerrar algunos acuerdos. El hombre se emborrachó y no se pudo hablar de nada. Con la tradicional altanería nuestra, alguien dijo: “Con ese no podemos hacer tratos” Sin embargo es un excelente cliente que paga por adelantado y mantiene un buen volumen de negocio desde hace algunos años.
La pregunta es: ¿queremos comerciar con ellos o quitarles la adicción al alcohol?
A los clientes franceses que vienen y luego se van de putas no les decimos nada y hasta le celebramos las gracias sexuales.
Quizás las pocas relaciones comerciales que tenemos en la actualidad es más por deficiencias nuestras que por las de ellos.

Si realmente queremos aprovechar a Rusia para poder ir saliendo de la maldita crisis, debiéramos aprender a trabajar con ellos.

Hasta ahora mismo, en España, que vive del turismo, recibimos varios millones de turistas, especialmente británicos. Es un dolor de cabeza, atenderles. La línea aérea Ryanair, hace lo que quiere con los pasajeros y por unos pocos euros (a veces cuesta menos que un taxi al aeropuerto) nos llena de hooligans los balnearios cada semana y lo que se dejan aquí es ínfimo y muchos problemas de orden público.

Mientras tanto, los turistas rusos vienen, mínimo por 15 días, gastan infinitamente más que los ingleses y no dan ningún problema. Pero aún tenemos en la cabeza, que todos son mafiosos (algunos existen pero esos no vienen de turistas) o que son poco menos que salidos de la Siberia profunda. Nada de eso. El problema está en nosotros, que no les conocemos y tampoco hacemos el esfuerzo por conocerlos
.
Pero la necesidad obliga y aunque tarde, estamos empezando (muy lentamente) a pensar en la Gran Rusia como un pilar fundamental en nuestra economía y la de toda Europa.

Como también soy chileno (tanto como español) el otro día en la tele vi como un cohete ruso despegaba desde la Guayana y mi asombro fue mayúsculo cuando me di cuenta de una banderita chilena pintada en el cohete.
Pues si, no solo necesitamos a los rusos en España y en Europa, es cuestión mundial, hasta para subir el primer satélite sudaca al espacio (exitoso), espero que no les estropeemos el cohete a los rusos, porque seguro algo amarramos con un alambrito y después no funciona.

 
En todo caso, los rusos, si ven que lo hemos hecho mal, con el martillo soviético y cuatro golpes bien dados, lo arreglan.

Así son y…funciona.

Les dejo por ahora, esperando que me toque la lotería de navidad y a vosotros también.

Si alguien conoce a algún ruso que quiera hacer algún negocio en España, que me lo diga, que algunos ya les conocemos y hasta hablamos su idioma.

Me voy a ver por la tele capitalista, el funeral del amado y grandísimo líder Kim Yong Il, hijo del recontra amado y grandísisisismo líder norcoreano, Kim Il Somg, que al fin se murió (por lo menos eso creemos).

Hasta la próxima

domingo, 4 de diciembre de 2011

Merkokodrilos

            En los límites del gran parque del Serengueti, los pastores Masai, valientes y espigados guerreros, pastorean sus rebaños de ganado vacuno. Los animales les proveen de todo lo que necesitan, carne, leche, pieles y hasta una especie de yogurt con la sangre de los animales.

            Así ha sido siempre, desde la memoria de los tiempos.
            Un mal día, acuciados por la sequía del cambio climático, decidieron, adentrarse en el Serengueti con sus rebaños para buscar mejores pastos, aunque sea de forma temporal. Las autoridades Tanzanas lo tenían prohibido, pero la necesidad de la supervivencia se impone.
               Caminaron días y días por la sabana casi estéril, sin agua y con una yerba rala y seca.
            Poco tiempo después de empezada la caminata, se unieron otros clanes, también con su ganado y decidieron seguir juntos, porque eso les ayudaba a hacer la tarea más fácil y repartieron tares de forma solidaria.
            Varios días después, divisaron una amplia llanura verde al otro lado de un río poco profundo.
            Se alegraron mucho y apuraron el paso.
            Cuando quisieron cruzar el río, vieron a unos inmensos cocodrilos que esperaban ansiosos el cruce para darse un festín a costa de las vacas de los pobres Masai.
            Se reunió el consejo de sabios para decidir qué hacer. Nadie quería que las vacas, casi sagradas acabaran en las fauces de los enormes reptiles.
            Después de discutir toda una noche, decidieron sacrificar una par de animales en un lugar determinado del río y mientras los cocodrilos se daban el festín, el grueso del ganado lo cruzarían por un lugar en que había solo medio metro de agua.
            A la mañana siguiente, cuando todo estaba a punto para realizar la maniobra, uno de los ganaderos preguntó: ¿Y quién va a donar los animales para el sacrificio? El estupor fue general. En los Masai, la cantidad de ganado que tengas te da mayor estatus social, nadie quería sacrificar el suyo.

            Uno de los ancianos dijo: Pues, el que más animales tenga.

            - Nada de eso- se escuchó la voz de uno de los clanes del norte – Que los donen los que llegaron últimos, los del sur, ellos están menos acostumbrados a llevar ganado, además sus animales son más flacos.

            La discusión duró todo el día, al final decidieron que por la noche se reuniría de nuevo el consejo de sabios, pero esta vez con los que más ganado tuvieran.
            Durante la reunión ampliada del consejo, se decidió que los que más animales tuvieran, los donaría, pero eso sí, los demás tendrían que devolvérselos al año siguiente multiplicados por dos.

            Por la mañana, el encargado del sacrificio se encaminó rio abajo con unas pocas reses. A un kilómetro metió las reses en el rio y como estaba calculado, los cocodrilos acudieron raudos y comenzaron la brutal caza.
            Corrió el hombre encargado del sacrificio, río a arriba para dar la señal para el paso del grueso del ganado.
Apenas empezaron a cruzar los primeros animales, volvieron los cocodrilos, quizás con más voracidad que antes y mataron unas cuantas reses.

            Plan fracasado. A duras penas los Masai lograron salvar la mayor parte de sus preciados animales.

            Por la noche, volvieron a reunirse y decidieron sacrificar el doble de reses, porque visto lo visto, los cocodrilos tenían muchísima hambre y esta vez lo harían rio arriba. Los que más animales tenían pusieron una sola condición, que durante los dos siguientes años les devolverían los animales sacrificados, multiplicados por cuatro.

            Por la mañana, se repitió la misma historia, está vez rio arriba y con el doble de animales a sacrificar.

            Mala cosa, después de sacrificar a las bestias, los cocodrilos volvían raudos al lugar del cruce a esperar más carne.

            Se reunieron varias noches seguidas y propusieron muchas variantes; que buscar otro paso, que dividir el gran rebaño en dos, que pasaran primero los que tenían menos que perder, que pasaran primero los que tenían las vacas más flacas, que pasaran primero las gordas…

            Mientras tanto, el ganado, por falta de pastos unos, o por que se acercaban demasiado a la orilla otros, iban muriendo poco a poco para desesperación de todos, especialmente los ancianos, los niños y las mujeres.

Los cocodrilos, mientras más bestias se sacrificaban, más voraces se volvían y aumentaban en número.

            Los ancianos del consejo, ya no pintaban nada, todo estaba en manos de los que más ganado tenía.

            Mientras las discusiones se alargaban interminablemente para ver como saciar el hambre a los cocodrilos, unos cuantos Masai, quizás de los más pobres, pensaron: ¿Y si en vez de intentar saciar a los cocodrilos, porqué no les plantamos cara? El río no es muy profundo, el agua solo llega a las rodillas, tenemos nuestras lanzas y piedras, somos guerreros, nos enfrentamos a leones, panteras y leopardos y hasta los elefantes nos respetan. Si nos enfrentamos a los cocodrilos todos juntos, con palos lanzas y piedras les podemos hacer retroceder para que respeten a nuestros animales, que son el resultado de nuestro trabajo y que el ganado cruce el río.

            Como los Masai no son tontos, se pusieron manos a la obra. Cortaron troncos, juntaron piedras e hicieron una especie de barricada rio arriba otra rio abajo que limitaba a los cocodrilos nadar hasta las reses y si alguno se acercaba, con palos y piedras y gritos les espantaban. También a pedradas les desalojaron de las orillas donde descansaban plácidamente después de cada festín. Ya se sabe, si no dejas a un cocodrilo calentarse al sol, tampoco pueden estar mucho tiempo en el agua y tienen que retroceder.
            Eso sí, tenían muy claro, que no se trataba de matar a todos los cocodrilos, porque nos guste o no cumplen una función de carroñeros de las aguas, pero sí ponerle limitaciones al festín desenfrenado, porque los cocodrilos no saben eso de saciarse, mientras más comen, más quieren.

            Hasta aquí el relato de los valientes Masai, desde luego, solo es ficción, me lo he inventado yo solito.

            A veces un relato nos puede servir de ejemplo o lección a seguir.

            Yo me imagino la crisis, como la historia de los Masai que les he contado. En Europa decidimos hace unos años enfrentar todas las cosas juntos (en principio solidariamente) y avanzar en la resolución de los problemas. Pero esta descabellada crisis nos hace perder las perspectivas. Unos cuantos, como alemanes y franceses quieren que este descalabro lo paguen los más débiles y multiplicado por cuatro. Se empeñan en saciar el hambre de los mercados dándoles más alas. Prestándoles el dinero de todos nosotros al 1,5% para que ellos les presten a los estados más débiles al 5 o 7, como hace el Banco Central Europeo.
              Como los cocodrilos del cuento, entre más les das, más quieren.


            Aunque muchos hemos salido a las calles para que los estados se pongan firmes y le planten cara a los mercados financieros…Nada.

              Los gobiernos están cegados en “apaciguar” a las bestias.
            Es por eso que me inventé el término “MERKOKODRILO” que también me recuerda a la señora alemana que nos quiere poner a todos firmes, para que le paguemos entre todos, el dinero que nos presta para, entre otras cosas, que les compremos a los teutones, armas, trenes de alta velocidad y otras nimiedades, como lo han hecho con Grecia y también con España.

            Tenemos que aprender de los Masai, sobre todo, de cómo solucionaron el problema del cuento que hoy les he narrado.

            Espero que les haya gustado