Me desayuno con la noticia, cuatro de los mineros atrapados en Chile, han llegado a España para contar su tragedia en la tele.
El día que los rescataron, me llamaron desde una radio de Madrid para preguntarme qué opinaba de la tragedia y del “pacto de silencio” que ellos abrían hecho antes de salir.
La verdad es que no lo he meditado mucho, pero cada vez más, me inclino a pensar que si esto les reportará un beneficio económico, pues que lo aprovechen. Lo que les pasó, es suficiente como para que nunca más vuelvan a meterse en un agujero para que unos señorones se llenen los bolsillos a costa del trabajo inseguro y duro de los mineros.
Mi abuelo paterno, que fue minero y de una saga de mineros asturianos, hablaba con voz ronca, tosía mucho y le costaba respirar. Mucho tiempo después supe que tenía algo de silicosis, esa enfermedad en la que se va acumulando el polvillo de la mina en los pulmones, los endurece y la llevan a cuesta toda la vida. Así que, si la tele amarilla les paga, mejor que mejor. En todo caso será más instructivo que ver los peliculones de la Belén Esteban en España o la Kenita Larraín en Chile, (cada país tendrá su espécimen)
Lo que si me preocupa, es lo que contarán de sus compañeros. Imaginémonos por un momento a 33 personas esperando la muerte, casi perdidas las esperanzas de rescate (sobre todo los primeros 17 días) habrán hablado mucho entre ellos de cosas muy, muy personales. Cosas muy íntimas que necesitaban confiarle a alguien poco antes de morir, una especie de catarsis para quedar en paz con su alma. De lo bueno y lo malo que hicieron en vida, de las esperanzas truncadas por una roca de 700.000 toneladas, de los arrepentimientos por el daño causados a otros o a sí mismos. No olvidemos que son gentes muy normales, como cualquiera.
Tampoco me olvido de que ahí en las profundidades, había uno de ellos que es pastor de una iglesia evangélica, que habrá hecho de confesor de los pecados más humanos del resto.
Las noticias ya nos dicen que se está rodando una película sobre la catástrofe. Estoy absolutamente seguro que serán interpretados por actores grandes, fornidos y guapos, con la melena al viento, que sus esposas serán actrices rubias y con muchas curvas, labios sensualmente siliconados. Las escenas estarán llenas de diálogos heroicos “vamos a salir de esta mina con la fuerza y la esperanza divina, a no rendirse camaradas, que ahí afuera está la libertad”, “no os preocupéis que ya vienen las fuerzas del bien a rescatarnos”.
Habrá escenas tristes que nos harán llorar y triunfales que nos harán aplaudir o llorar más aún, esta vez de alegía.
El presidente Piñera estará al pié de la perforación con su cazadora roja al viento cual Superman con su capa, dando las órdenes pertinentes y supervisándolo todo, diciéndole a su ministro de minería, “¡no te preocupes, está vivos!, y flamearán en el cielo cientos de banderas tricolores y la música (cosa muy importante) será como en Gladiator, o mejor aún, como en el desembarco de Normandía, alguna marcha triunfal.
También habrá malos muy malos, no se concibe una peli sin villanos, supongo que serán los dueños de la mina o sus gerentes. También tiene que haber un pesimista que ya no cree en nada bueno, un estrella que le levanta el ánimo a todos, el jefe sabio, el Macgiber que todo lo arregla con un alambrito y hasta una mascota, que será el perro de algún minero que espera el regreso de su amo al pie de la perforación.
Espero que alguien se acuerde de los 300 mineros que quedaron fuera y desde hace dos meses no saben cómo alimentarán a sus familias, con la mina cerrada, sin cobrar los finiquitos y sin la esperanza siquiera, de salir como extras, en la película que ya se está rodando.
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